

EL PÁJARO DE FUEGO DE Ígor Stravinski .
L’Auditori de Barcelona.
Se produjo una química especial al llegar. Todo el tiempo preocupada por estar al nivel mientras esperaba. No cesaba de darle vueltas si la carencia de conocimientos provocaría en mí el vacío y el aburrimiento que me haría abandonar la sala.
La sensación era intensa y lo único que sabía a ciencia cierta es que la ilusión me iba ganando poco a poco y estaba despertando en mí una gran curiosidad de explorar terrenos musicales desconocidos.
Las entradas, los acomodadores, las grandes puertas, las butacas, el escenario, los instrumentos, las luces, los micrófonos, la gente….gran acúmulo de emociones.
A través de la página nos aconsejaron una charla una hora antes del espectáculo. Más incertidumbre nos invadió.
Increíble fue sentarse en la platea y descubrir poco a poco cómo el ruido de afinación de los instrumentos se iba convirtiendo en suaves acordes coordinados con el resto de músicos.
La charla previa sobre EL PÁJARO DE FUEGO, nos introdujo en un mundo desconocido donde se explicaban historias sin imágenes ni situaciones, apuntándonos en todo momento directamente al corazón. Implicándonos en sus emociones y transformando de forma paulatina mi inseguridad en una especial tranquilidad. Me propuse dejarme llevar.
«Los compositores saben que, para explicar un cuento, lo mejor es vestirlo con música».
Fue intenso escuchar esa música y sentirme protagonista esos instantes. Instantes que nos iban ilusionando y emocionando tanto, momento a momento.
Los músicos nos transmitían la sensación de que estaban disfrutando. Y la complicidad y afecto entre todos los músicos todo el tiempo, lo hacía más entrañable.
¿SÓLO PARA UNOS POCOS?. No lo creo.
Durante cerca de dos horas descubrí que nos estaba gustando A TODOS.
Son capaces de satisfacer al mismo tiempo el interés de los grandes aficionados, y la curiosidad de los que, quizá sin serlo todavía, están dispuestos a dejarse guiar hacia a un mundo de nuevas emociones.
Entiendo que no tiene que vetarse a nadie y nosotros debemos sentirnos obligados a aprender a disfrutarlo.
El entusiasmo que observé ante mi y a mi alrededor, me transmitió muchísimas sensaciones. La más importante fue que LA MÚSICA VALE LA PENA Y NO PUEDE SER SÓLO PARA UNOS POCOS.